Voces del conflicto. De la trinchera a la constituyente. por Rodrigo Yáñez R.
Voces del
conflicto. De la trinchera a la constituyente. por Rodrigo Yáñez R.
Camilo, para efectos de esta entrevista, tiene 31 años.
Nunca se había encapuchado hasta que todo explotó el 18 de octubre. Vivió en
distintas regiones del país y se vino a Santiago a estudiar en un instituto.
Una bacteria asesina que se alojó en sus vertebras casi lo mata, pero se salvó;
no así de la deuda que arrastra hasta el día de hoy. En las manifestaciones ha
estado en todos los frentes, pero, dice, encontró su lugar en el equipo que
protege a la primera línea con los rayos láser que aparecieron hace algunas
semanas. Aquí comenta algunas experiencias que han ido marcando más de un mes
de conflicto y el escenario que se abre con la posibilidad de una convención o
asamblea constituyente.
Desde que comenzaron las
manifestaciones estuve yendo a la Plaza de la Dignidad. Los primeros quince
días fui todos los días. Al principio fui de manera pacífica y después se
empezó a poner más heavy la cosa. Vi
que se estaban jugando hueás importantes, que esto no era como las marchas y
las protestas en las que había participado antes, desde el año 2006 , cuando
era pingüino. Se veía cómo la rabia desbordaba por todos lados, la derecha sacó
a los milicos a la calle y no podía quedarme en la casa viendo cómo todo pasaba
frente a mí, así que decidí encapucharme y apoyar a la primera línea.
No soy anarquista, nunca he
militado, no soy miembro de ningún partido revolucionario. Soy un hueón común y
corriente que siente que con un nivel de compromiso al cien podemos cambiar
esta hueá. Ese es el motor que me lleva a salir a la calle, a gritar, a pegarle
a la paila, a tirar piedras, a romper las calles o darle al láser. La hueá es
visceral. El primer día que me encapuché estaba en la plaza y vi que faltaba
ayuda. Me metí de una y rápidamente encontré mi lugar.
Adentro nadie se conoce, pero
hay una energía potente. La primera línea se fue formando con el correr de los
días. Primero están los locos con antiparras, gente con escudos para proteger
de los balines, hueones con armaduras. Todo hecho a mano, con mucha
imaginación. Después vienen los pirquineros, les cabres que están rompiendo el
piso de todo Santiago. Los hueones que van picando y sacando camotes de
cualquier parte. Si ves, el sector de Baquedano, Plaza de la Dignidad, Vicuña
Mackenna, todos esos espacios se transformaron en canteras. Desde ahí sale la
materia para enfrentar la represión. Y pegadito a los pirquineros están les
cabres que transportan los camotes, grupos de dos en general que andan con
sacos donde cargan las piedras. Esas personas van hasta adelante y dejan las
piedras para que los que están atrás de los escudos sigan tirándole a los
pacos. Y luego vuelven corriendo a buscar más camote, llenan los sacos y
vuelven a partir.
Entre medio están los bomberos,
los que tiran las lacrimógenas de vuelta o las ahogan con agua y bicarbonato. Y
de ahí viene el grupo de los láser, que es gente que se pone en distintos
puntos, arriba de cualquier hueá para ganar ángulo. Esto comenzó como a
principios de noviembre, ahí se empezaron a ver los primeros que tomaron la
experiencia de les cabres en Hong-Kong. Me acuerdo de que un día llegué a la
plaza y vi uno o dos rayos verdes. Caché al loco que tenía el aparato y dije
-wow, la hueá potente-. Esa noche llegué a mi casa y me metí a buscarlo en
internet. Lo pillé altiro. Al día siguiente ya había diez o quince, luego unos
cuarenta y de ahí esto no paró más. A medida que éramos más la gente empezó a
cachar la dinámica de la hueá, cómo organizarse para que funcionara bien. Se
fue armando una manera de trabajar en equipo, igual que en todas las otras
posiciones.
Los láser han tenido efectos
concretos. Los helicópteros y los drones se han ido yendo de la plaza por
nosotros. Antes se veían muchos más. Imagínate que los helicópteros llegaban
con tremendas luces apuntando donde estaba quedando la cagá. Nosotros vimos eso
y cuando ya no éramos diez, si no cincuenta, cien hueones, apuntábamos todos al
mismo tiempo al helicóptero y los hueones se tenían que virar. La función del
láser es simple: evitar que nos disparen, evitar que el guanaco y el zorrillo
avancen. Cuando el láser atraviesa un vidrio o un acrílico el rayo se
fragmenta, entonces no es un solo rayo, son múltiples rayos que no te dejan ver
y no puedes evitar girar tu cara o cerrar los ojos. Hueón, el impacto es
fuerte, te tienes que dar vuelta, no puedes seguir tu camino o apuntar un
rifle.
Los que estamos detrás de las
barricadas andamos con uno en cada mano apuntando directo a los pacos para que
no puedan disparar, la misión es apuntar directo al parabrisa de los guanacos y
los zorrillos para que no tengan visión y no puedan seguir avanzando. Yo estoy
seguro de que adentro no ven ninguna hueá. A veces los carros paran, los pacos
se dan vuelta, y cuando se producen esos segundos de vacío aparecen les cabres
más agujas cargados de piedras, molotov, los pacos comienzan a retroceder y
todos avanzamos unos metros. Los sacamos de nuestro espacio.
Pero no todos los días son
iguales, no todos los días tení la misma energía. Hay días en que veí la hueá y
decí, chucha, hoy día sí que está brígida la cosa, no sé si me puedo quedar
hasta el final. En esto hay que estar concentrado, más despierto que la mierda,
con toda la energía. Hay días en los que no me siento preparado para irme a
parar a la primera línea y estar dispuesto a recibir un balazo. Esta hueá se
siente, y creo que todos los que estamos ahí sabemos o sentimos qué día vas y
qué día no. A mí, al menos, estos últimos días me hacía falta parar. La hueá es
desgastante y estay aspirando esa mierda que tiran los pacos todo el día. No sé
si habrá sido eso, pero hace unas semanas estuve como tres días en la cama
vomitando y cagando todo el día, mareado pal pico, tomaba agua y vomitaba,
pensé que era un virus, pero cuando volví y lo comenté, varios lo habían
tenido.
La hueá cansa, hay relevos. Es
como la gente que va a marchar. No siempre se puede tener un millón de personas
de lunes a domingo. Hay días en que va a estar más bajo y es lo que ha ido
pasando, yo creo que ya se está armando la idea que los viernes serán las
marchas más grandes o para las fechas emblemáticas, como el jueves que se
conmemoró la muerte de Camilo Catrillanca.
Los pacos también han ido
cambiando de estrategia. Lo más claro fue cuando nos hicieron la encerrona el
lunes (18 de noviembre) y quedó la cagá. Hubo gente que se tiró hasta al río.
Ese día quedábamos mil, mil quinientas personas, y los pacos nos fueron
acorralando hacia el parque. Nosotros íbamos desde Plaza de la Dignidad hacia
Salvador y de pronto cachamos que otro grupo venía bajando desde Salvador hacia
la plaza. Cuando los grupos se encontraron la gente se empezó a desesperar.
Unos corrían hacia arriba, otros hacia abajo y de pronto se apagaron las luces
del parque. Los pacos empezaron a gasearnos y no se podía ver ninguna hueá, y
en medio de ese caos los hijos de puta empezaron a disparar. No había dónde ir.
La hueá fue terrible, nadie veía nada, todos estaban gritando y se escuchaba
pasar los balines al lado tuyo, chocaban con los árboles, los postes de luz. Yo
andaba con mi chica, la agarré de la mano y le dije, corramos sin parar, si no
nos sacan un ojo o nos quiebran a palos. La hueá era correr y no encontrarte
con un paco de frente que nos pudiera disparar. Corrimos agachados y la lluvia
de balines era pal pico. Yo ya estaba entregado a que me llegara uno, pero no
quería perder un ojo. Y a cada paso escuchabas cómo iban pasando los balines al
lado tuyo. No podías salir ni por Providencia ni por Andrés Bello, eran tropas
y tropas de pacos, así que seguimos corriendo y no sé cómo chucha salimos por
Salvador.
Imagínate, la encerrona iba de la
Plaza de la Dignidad hasta Salvador, eran caleta.
Puta, hasta ese lunes no había
sentido algo tan fuerte. Resistiendo en la barricada uno siente la adrenalina,
siempre hay temor, pero estamos todos juntos, uno se apaña con el de al lado,
pero ese lunes fue distinto. Nos quedamos solos y en la oscuridad.
Tuve mucho miedo, pero después
de fumarme un cigarro dije, mañana vuelvo a la plaza igual. Voy casi todos los
días y la plaza cambió para siempre, radicalmente. Históricamente ha sido el
espacio de grandes manifestaciones y concentraciones, algunas más superfluas,
como el fútbol, pero hoy se convirtió en otro territorio. Antes se decía – tal
día hay marcha en Plaza Italia-. En la plaza de la Dignidad el hoy es todos los
días. El día que vayas te vas a encontrar con gente. No sé, quizás van a ser
quince personas, cuarenta, quinientas o un millón, pero siempre te vas a
encontrar con alguien. No estamos como en Ucrania, cuando el país se tomó en
verdad la plaza y la gente botó al presidente, pero la plaza pasó a ser un
emblema de esta revuelta y estoy seguro de que todos los chilenos la ven con
otros ojos. ¿Has visto la estación del metro Baquedano? Las rejas no se pueden
abrir porque hay un cerro de rocas. Bueno, mi idea es que la gran entrada de la
estación Baquedano tiene que quedar así, en ruinas, por el resto de la vida,
porque es un memorial vivo de lo que ha sido esta revuelta o revolución, como
quieras llamarlo. Hueón, que nadie más se olvide que en esta estación los pacos
torturaron, que en esta plaza volvieron a aparecer los milicos, que en esta
plaza hubo gente que perdió sus ojos, que en esta plaza murió gente, y también
nos juntamos un millón y medio de chilenos a decir basta. Es la única manera
que, en treinta años más, cuando un joven pase por ahí diga -mierda, qué pasó
que llegamos a esto, papá, por favor, cuéntame-. O que un encapuchado o alguien
que perdió un ojo, pueda ir y tirar otra piedra al foso. Esa estación tiene que
transformarse en una instalación progresiva, que nos pertenezca a todos. Yo he
visto mucha gente que pasa por ahí y llora, gente que va a prender velas, que
le pone banderas blancas, mapuche, de la U. A todos les pertenece ese espacio,
y no se tiene que olvidar. Y esto lo ha hecho la gente, todos, esto no es el
resultado de un arquitecto cuico que viene con un proyecto europeo a
resignificar los espacios y poner una escultura que va a representar la
dignidad. No, pico con esa escultura, pico con ese arquitecto. La estación es
nuestra y representa todo lo que ha pasado. No puede quedar solo en los
recuerdos de los libros que se van a escribir o las películas que se van a
filmar. Este punto de la ciudad es el corazón del metro y se transformó en el
corazón de Santiago. Las cosas están cambiando. No sé si Chile, porque el
modelo hasta acá no se ha tocado, pero la gente sí, la mayoría. Es super cliché
el grito del Chile despertó, y me carga ese toque futbolero que tiene la hueá,
porque me carga el fútbol, pero filo, es lo que es, y lo que dice es súper cierto.
La gente ya no está dispuesta a agachar el moño y seguir mamándoselas todas.
Hueón, el país está detenido hace un mes, funcionando a media máquina.
Personalmente, yo hace más de un mes que estoy en la calle.
Loco, no hemos parado de hablar
de esto hace más de un mes. Chile está súper politizado. Todos los días, toda
la gente habla de esto, después de cada marcha, en la micro, en el almacén, en
la feria. Por lo menos en mi grupo, por primera vez nadie está al día con lo
que dan en la tele o habla de fútbol, estamos todos en otra. Si hasta el saludo
cambió. Antes era típico decir -hola, ¿cómo estay?- y uno respondía cualquier
huevada -bien, aquí-. Ahora no, todos estamos súper sinceros, uno pregunta y
del otro lado aparecen testimonios reales, se acabó el sonambulismo. Estamos
todos pensando cómo nos sentimos, pero ahora lo compartimos de verdad. Antes a
lo mejor tú lo sentías, pero no lo decías. La gente está hablando, pero también
escuchando, y cuando nos despedimos todos se dicen cuídate, llama cuando llegues,
manda un mensaje o comparte tu ubicación. La gente, los amigos, estamos todos
cuidándonos.
Al principio, cuando pasaron
las primeras dos semanas yo pensaba, ok, si no llega a pasar ninguna fucking hueá y tenemos que seguir
viviendo en esta realidad de mentira, la hueá igual nos deja como regalo que
conocemos a nuestros vecinos, sabemos cómo organizarnos, sabemos en quién
podemos confiar, sabemos que el supermercado vale pico y que el mall también
vale pico. La Teletón se canceló, muchos festivales se han anulado, en la tele
echaron a la Maldonado y a todos esos rostros asquerosos con que nos criamos.
Chao con toda esa hueá, lo que ha pasado en estas semanas nos está enseñando a
vivir sin toda esa mierda.
Es difícil hablar de estas
cosas con mis viejos. Ellos tienen una postura más pasiva, tienen miedo. Los
dos están jubilados, pero trabajando porque no alcanza, y además con los bancos
atrás porque yo me enfermé hace algunos años y ellos firmaron los cheques
cuando entré a pabellón. Me agarré una bacteria culiá que casi me mata. Tuve
una especie de lumbago durante semanas y en el hospital nadie me decía nada, y
cada día me sentía peor. Hasta que un día me desperté y no podía caminar. Tuve
que pasar al sistema privado y ahí me hicieron todos los exámenes en un día. El
doctor que me atendió me dijo -te tienes que operar mañana mismo. Tienes una
bacteria asesina en las vértebras-. Estuve un mes hospitalizado. Vendí todo lo
que tenía para pagar la operación. Hicimos completadas, rifas, bingos, llamé a
toda la gente que me podía prestar plata y logré pagar unos millones. Aun debo
veinte palos que no tengo cómo mierda pagar.
Cuando vi que las pensiones van a subir pensé en mis viejos
y me di cuenta de que sirvió todo lo que he tenido que hacer durante estas
semanas, que ha valido la pena prenderle fuego a esta puta ciudad.
Lamentablemente, tuvimos que llegar a esto para cambiar las cosas, nadie hace
esta hueá por placer. Me chupa un huevo que saqueen un supermercado, una
farmacia o un banco. No me va ni me viene. No es mi lucha, no me metería a
sacar televisores o lo que sea, y tampoco puedo hacerme cargo de todo lo que
desencadena la violencia.
De los saqueos se ha hablado
mucho, pero yo tengo mis dudas. Los saqueos fueron hasta casi provocados, no
sé, la gente sabe lo que pasa en este tipo de situaciones. Tuvimos un terremoto
hace muy poco y todos vimos que esto pasó, hay gente que lo hace por necesidad,
otros para aprovecharse, pero ¿por qué sucede? Hay algo que el sistema está
haciendo mal ¿no? ¿Por qué no saquean los cuicos? Hueón, todos sabían,
estábamos en guerra dijo este conchesumadre, todos sabían que esto iba a pasar
y nadie hizo nada, salvo el Costanera Center, que lo tienen blindado desde el
día uno.
Esta hueá es difícil de
explicar. Yo me concentro en lo mío. Puta, no sé, es que pasa algo, primero hay
cinco hueones, y otros diez que están detrás agarran papa, y después otros
veinte, y cincuenta, y así de repente se prende una mecha que no se puede
apagar más. Es como en las marchas, a veces estas hueás se mandan solas, es
mucha gente. Y todo esto se mezcla con las hueás que nadie entiende o nos
quieren esconder ¿Cómo es que en algunos de estos lugares que fueron saqueados
después se han encontrado cuerpos que fueron exhumados y tenían heridas de
bala? ¿Qué onda?
El presidente representa todo
lo que no queremos. Es el hombre empresario, todo lo piensa desde un número,
una ganancia y una pérdida, es como todos estos ingenieros comerciales que nos
gobiernan. Desde ahí no se puede construir nada, eso nos llevó a donde estamos.
Creo que no vale la pena hablar de él, por eso no pronuncio su nombre. Hablar
de él es darle más importancia de la que tiene y se merece. A veces pienso que
sería mejor que no renuncie y se tenga que comer toda la mierda que ha generado
durante los dos años que le quedan.
En la clase política tiene que
haber un cambio. A nivel cultural estamos en un cambio de paradigma y la clase
política tiene que sumarse a esto. Pero no sé qué tiene que pasar, si tienen
que desaparecer todos para que llegue gente nueva o no. Ya no sé, porque ha
pasado un poco lo mismo con los políticos de mi generación, con los Boric, los
Jackson, las Vallejo, me han desilusionado mucho. En un momento pensé que eran
la luz, que mi generación iba a cambiarlo todo, pero tengo la sensación de que
cuando pasan de la calle a ser parte de la clase política terminan
corrompiéndose igual que cualquier otro. El tema del poder es así, es negociar
entre cuatro paredes y luego dar un discurso para afuera.
La política es cochina hueón, de uno y otro bando. Con lo
que está pasando, todo este cuento del gran acuerdo de la paz, como que no hay
una oposición y un oficialismo, todos se pusieron en el mismo nivel. Ahora, ves
a Sharp y el loco dice – lo que ustedes firmaron no me representa y me voy. Doy
un paso al lado y renuncio al partido -. Y eso lo encuentro súper noble, por
eso quiero creer que esta hueá puede cambiar, hay actos de nobleza en medio de
toda esta cagada, gente remando en la dirección de nosotros.
Y ahora que está pasando esto de
la constitución, se pone complicado. Al principio dije, puta, mira, de pronto
sale algo bueno. Pero es difícil, porque desde donde yo vengo no tengo la
educación, el manejo de conceptos del derecho o la cultura cívica para
entenderlo todo, como que me he tenido que meter ahora. Me he dicho, puta, si
vamos a ser parte de este juego hay que ver cómo son las reglas y, claro,
cuando empecé a entender todo lo que había detrás me di cuenta de que esto vale
callampa, estamos volviendo a hacer como una nueva democracia pactada, como en
los años ochenta, donde ninguno de nosotros tiene ningún tipo de garantía,
donde todo se convierte en porcentajes, en cifras, pero nada concreto. Por
ejemplo, ¿qué se puede sacar en limpio del proceso de la nueva constitución?
¿Vamos a seguir dándole toda la libertad del mundo a los empresarios? ¿Alguien
se va a atrever a tocar el modelo? Mientras no se garantice que el pueblo o las
organizaciones de base van a tener una participación real en esta nueva
constitución siento que vamos a seguir en lo mismo. No creo en los partidos y
esta hueá la están llevando los partidos, ¿no te parece extraño?
Nunca me he inscrito en nada, de
hecho, nunca he votado. Pero al mismo tiempo me digo que hay que darle una
oportunidad a todo esto, y esta vez me voy a inscribir para ir a votar. Si
hueón, porque también me digo que no podemos estar esperando que nos den la
paleta completa. No quiero perder, también hay que tomarse lo que hemos ganado
y sacarlo adelante tal vez también de otras maneras, pero super atentos, sin
soltar, sin dejar de presionar y estar en la calle hasta que ganemos todo lo
que estamos pidiendo. Creo que es todo o todo, pero también creo que es una
hueá progresiva, tampoco podemos ser tan tragones y querer que el mundo cambie
en un día. Y para que la hueá funcione hay que ponerle plazos para que pasen
las cosas, porque si no vamos a dejar la cagá de nuevo. Entiendo que no va a
pasar todo de aquí al 2021, y como no confío en estos hueones que administran
el poder, voy a seguir en la calle luchando para que sepan que no vamos a
soltar.